Brandee Younger Trio en Barcelona: el arpa que respira jazz

05.11.2025

La noche del 4 de noviembre de 2025, el Auditorio del Conservatori Liceu se convirtió en algo más que una sala de conciertos: fue un laboratorio de emociones donde un arpa tomó el papel de voz principal en el 57 Festival Internacional de Jazz de Barcelona, dentro del ciclo Liceu Jazz - Masterclasses & Concerts. 

Un templo para escuchar de cerca

El Conservatori Liceu, en pleno Raval barcelonés, tiene esa mezcla de solemnidad académica y calidez cercana que funciona de maravilla para el jazz de cámara. No hay butaca demasiado lejos del escenario, no hay rincón donde el sonido no llegue nítido. Esa proximidad fue clave: la propuesta de Brandee Younger no busca imponerse por volumen, sino por matiz.

Con las luces tenues y un escenario desnudo (arpa al centro, contrabajo a la izquierda, batería al fondo) el público fue entrando en un silencio casi reverencial. Nada de móviles en alto ni murmullos persistentes: la sensación era más la de una escucha compartida que la de un consumo rápido de música.

Quién es Brandee Younger y qué trae entre manos

Brandee Younger lleva años reescribiendo el papel del arpa en el jazz contemporáneo, recogiendo el legado de Dorothy Ashby y Alice Coltrane para proyectarlo hacia un presente donde se cruza con el soul, el R&B y la música clásica. Ha colaborado con nombres como Common, Robert Glasper, Lauryn Hill o John Legend, y se ha consolidado como una de las voces más singulares del jazz actual.

En Barcelona llegó en formato trío: Rashaan Carter al contrabajo y Allan Mednard a la batería, un equipo que complementa su arpa con una sección rítmica flexible, capaz de sostener, empujar o desaparecer cuando la música lo pide.

Primeros compases: una puerta a otro tiempo

El inicio del concierto fue casi un susurro. Younger atacó las primeras notas con delicadeza, como si probara la temperatura de la sala. El arpa sonaba limpia, pero no frágil: cada acorde dejaba un pequeño halo en el aire, aprovechando la acústica del auditorio para construir una atmósfera que recordaba al jazz espiritual de los 70, pero filtrado por una sensibilidad muy actual.

El trío entró con naturalidad. Carter marcó la armonía con un sonido redondo, casi vocal, mientras Mednard dibujaba texturas más que patrones: roces de escobillas, golpes secos y precisos, silencios calculados. La sensación era la de una conversación en voz baja que, poco a poco, iba ganando confianza.

El arpa como narradora principal

Ver a Younger en directo confirma algo que en disco ya se intuye: su arpa no está ahí para ser un adorno exótico, sino para ocupar el lugar que suelen tener el piano o el saxo. Construye melodías claras, canta líneas que podrían ser líneas vocales, y no tiene miedo de irse al terreno rítmico cuando hace falta.

En varios momentos del concierto, el trío entró en un pulso casi funky, con Carter marcando un ostinato en el contrabajo y Mednard abriendo el groove con el hi-hat, mientras Younger fragmentaba el arpegio tradicional para convertirlo en un patrón rítmico cortante, casi percusivo. El público respondió con sonrisas, cabezas que se movían discretamente y algún "yeah" ahogado típico del jazz más entregado.

Del misticismo a la calle

Una de las virtudes del repertorio que presentó en Barcelona fue su capacidad para moverse entre registros sin perder coherencia. Había piezas de corte más contemplativo, con armonías abiertas y líneas largas que invitaban a cerrar los ojos, y otras en las que el trío sonaba casi como una banda de soul reducida a lo esencial.

En las composiciones más líricas, Younger dejaba respirar cada nota, como si el tiempo se dilatara. Ahí aparecía con fuerza la influencia de Alice Coltrane: clústeres de notas que formaban oleadas, progresiones que parecían girar sobre sí mismas sin acabar nunca de cerrarse, una cierta sensación de búsqueda espiritual, pero sin solemnidad impostada.

En contraste, en las piezas más terrenales se notaba la huella del soul y del R&B: líneas de bajo que podrían vivir en un tema de neo-soul, patrones de batería con backbeat marcado y un arpa que, lejos de la imagen etérea que arrastra, mordía el tiempo con precisión.

Un trío en equilibrio perfecto

Parte del encanto del concierto estuvo en la complicidad del trío. Younger marcaba direcciones con pequeñas miradas o inclinaciones de cabeza, y Carter y Mednard respondían al instante. No se trataba de exhibiciones individuales gratuitas, sino de un diálogo constante.

Los solos de contrabajo, especialmente en los temas de tempo medio, fueron pequeñas lecciones de cómo contar algo sin necesidad de subir el volumen ni multiplicar las notas. Mednard, por su parte, construyó algunos de los momentos más intensos del concierto desde la sutileza: crescendos sobre el ride, juegos de dinámica en los toms, silencios que valían tanto como cualquier fill.

Cuando el trío se permitía estirar un motivo, el tema se abría como una jam controlada: el arpa repetía una célula rítmica, el contrabajo se escapaba hacia líneas más melódicas y la batería jugaba con los acentos, siempre al borde de desbordarse pero sin perder nunca el pulso.

La respuesta del público barcelonés

El público del Conservatori Liceu, acostumbrado a propuestas exigentes dentro del Festival de Jazz, se mostró especialmente atento. No hubo ruido de vasos ni conversaciones de fondo: entre tema y tema reinaba ese silencio cargado que solo se produce cuando la gente está realmente dentro de la música.

Los aplausos tras cada pieza fueron largos, sostenidos, y más de una ovación llegó a romper la timidez inicial de la sala. En los pasajes más intensos, cuando el trío alcanzaba un clímax colectivo, se podían escuchar exclamaciones aisladas, una prueba clara de que la música había dejado de ser un mero ejercicio estético para convertirse en algo vivido.

Un bis a modo de despedida íntima

Para el tramo final, Younger optó por un enfoque más íntimo. Hubo un momento en el que el arpa se quedó prácticamente sola, con apenas algunos golpes suaves de bombo y contrabajo a modo de respiración conjunta. Fue una especie de coda emocional: menos espectacular, más vulnerable.

En el bis, el trío recuperó un pulso más cálido, casi de canción, como si quisiera devolver al público a la ciudad después de haberlo llevado de viaje durante más de una hora. Nada de fuegos artificiales finales: la despedida fue elegante, contenida, confiando en que lo que había ocurrido antes ya pesaba lo suficiente en la memoria de quienes estaban allí.

La visita de Brandee Younger Trio a Barcelona no fue solo una fecha más en la agenda del 57 Festival Internacional de Jazz de Barcelona: fue una declaración de intenciones sobre hacia dónde puede expandirse el jazz contemporáneo sin perder su esencia.

Tomar un instrumento asociado tradicionalmente a lo celestial y colocarlo en el centro de un discurso rítmico, terrenal y profundamente negro es un gesto político y estético a la vez. Younger no "decora" el jazz con arpa: lo reconfigura desde dentro.

Salimos del Conservatori Liceu con la sensación de haber presenciado algo que, sin necesidad de grandes artificios, amplía lo que entendemos por jazz hoy. Un recordatorio de que, cuando se conjugan tradición, riesgo y escucha honesta, el género sigue siendo, quizá más que nunca, un espacio donde todo está por reinventarse. Y esa noche, en Barcelona, quien llevaba el timón era un arpa.


Redacción: Ethan López

Fotografía: Miguel Dionisio

Acreditación: The Project