HEALTH en Madrid: el culto del ruido y la catarsis posthumana

25.06.2025

No todos los días un vendaval industrial arrasa Madrid y deja tras de sí algo más que ruido: deja cuerpo, deja imagen, deja culto. Así fue la visita de HEALTH a la Sala Nazca, una noche que combinó devastación sonora, estética posthumana y una comunión intensa con su público. Bajo la producción de Primavera Sound, la banda californiana ofreció un directo que hizo temblar los cimientos del noise-rock más abrasivo y que confirmó por qué RAT WARS es, probablemente, el disco más ambicioso de su carrera.

Sold out antes de tiempo y ritual previo

La sala colgó el cartel de sold out con horas de antelación. Desde las 19:00 ya se intuía que no sería una noche cualquiera: en la cola, sudor y camisetas negras, pero también referencias explícitas al imaginario visual de la banda, como los peluches de Asuka Langley (un guiño directo a su constante diálogo con la cultura japonesa y el shitposting digital). La espera se hizo amena gracias a una selección musical bien curada y alineada con la propuesta que vendría después, cosa poco habitual en los previos de sala.

Así empezó el show

A las 21:00 en punto, un apagón súbito, humo denso y la melodía de A Cruel Angel's Thesis marcaron el inicio del viaje. No era nostalgia; era advertencia. El escenario quedó sumido en una atmósfera irreal, justo antes de que Jake Duzsik, John Famiglietti y B.J. Miller irrumpieran con IDENTITY, dejando claro que la distorsión iba a ser el lenguaje dominante de la noche.

Impacto sónico, setlist quirúrgico

El set fue un vaivén entre brutalidad rítmica, iluminación estroboscópica y clímax sostenidos. Temas como GOD BOTHERER, CRACK METAL o HATEFUL golpeaban con precisión quirúrgica, mientras que piezas como UNLOVED o Be Quiet and Drive (Far Away) (cover de Deftones) ofrecían pequeños respiros melódicos, sin abandonar nunca el tono opresivo e hipnótico del conjunto.

Sonido, actitud y dualidad escénica

Aunque el sonido fue en general robusto y nítido para los estándares de una sala como Nazca, hubo momentos en que los bajos saturaban más de la cuenta, en especial en los tramos más densos. La voz de Jake, de corte plano y reflexivo, funcionaba como columna vertebral más que como clímax expresivo. Puede parecer fría en vivo, pero encaja con el carácter distópico y controlado que define el estilo de HEALTH: una mezcla de Ministry, Nine Inch Nails y pasajes que rozan el trance apocalíptico.

Por su parte, Famiglietti fue un espectáculo aparte: saltando, convulsionando, animando al público sin parar, contrastaba con la rigidez escénica de Duzsik. Esa dualidad (entre animal desatado y estatua sonora) es parte de lo que hace a HEALTH tan inclasificables como magnéticos.

Un viaje entre épocas, sin mentiras

Con canciones de su etapa más reciente (DEMIGODS, ASHAMED, FUTURE OF HELL) y guiños al pasado (STONEFIST, WE ARE WATER, TEARS), HEALTH construyó una narrativa que no se limitó a presentar un disco: narraron una caída, una combustión, una especie de ritual post-humano.

Despedida sin bises, solo verdad

Para cerrar, Jake dejó claro (en español claro y directo) que no harían bises, "porque no tiene sentido fingir una salida". Entonces, DSM-V sirvió como último puñetazo sónico, tras el cual Famiglietti se lanzó a un crowdsurfing glorioso, dejando su cuerpo en manos de un público que no paraba de abrazarlo y pedir fotos.

Entre el colapso y la celebración

HEALTH no necesitan adornos. Su lenguaje es el impacto. Y en poco más de una hora, consiguieron hacer de la Sala Nazca un túnel entre el colapso y la celebración. Su directo es intenso, incómodo, pero profundamente catártico. Como si el ruido pudiera, por un instante, purgar algo.

Puntuación general: 8,5/10
Lo mejor: la atmósfera, el setlist y la entrega física/emocional de la banda
Lo peor: cierta linealidad vocal y puntuales excesos de graves
Recomendado para: amantes del ruido y del directo como rito de paso 


Redacción: Arthur Leonardo