Breaking the Law y riffs eternos: Judas Priest convierte Hellfest en una misa de acero

El 21 de junio de 2025, el Hellfest de Clisson volvió a convertirse en el epicentro mundial del heavy metal. Y no por casualidad: JUDAS PRIEST, leyenda viviente, llevó su gira Shield of Pain al festival francés para firmar un espectáculo que fue mucho más que un concierto. Fue una misa eléctrica, una ceremonia de riffs y acero, un acto de fe donde los himnos (viejos y nuevos) se coreaban como oraciones.
Cincuenta y un años después de que arrancaran su viaje desde Birmingham, Judas Priest demuestran que el paso del tiempo solo afila su espada. Este Hellfest fue especial: la banda celebraba el 35º aniversario de Painkiller (quizá el disco más influyente del metal moderno), y lo hizo con la autoridad de quien sabe que su historia es indiscutible.
Rob Halford, líder y sacerdote de este ritual, apareció sobre el escenario como si cada noche fuera la primera. Voz imponente, chaqueta de cuero, mirada de acero. Desde los primeros acordes de Turbo Lover y You've Got Another Thing Comin', quedó claro que el show iba a ser un repaso por toda la historia del género.
La comunión fue total: riffs demoledores, solos que son ya patrimonio de la humanidad y un público de todas las edades saltando al grito de Breaking the Law, Hell Bent for Leather, Electric Eye y, cómo no, el apoteósico Painkiller. Los nuevos temas, de su último álbum, se integraron con naturalidad en el set, demostrando que Judas Priest no vive solo de nostalgia: el fuego sigue muy vivo.
Clisson, en esos días de Hellfest, se convierte en territorio sagrado. El ambiente (mezcla de cerveza fría, polvo y camisetas negras) era eléctrico incluso antes de que las primeras notas de Glenn Tipton y Richie Faulkner electrificaran el aire. El rugido de la multitud, la pirotecnia, los juegos de luces: todo funcionó como un gigantesco mecanismo para exaltar el metal.
El sonido, nítido y demoledor. La puesta en escena, tan teatral como siempre: Halford a lomos de su moto para Hell Bent for Leather, cascadas de fuego, y la sensación de estar ante una banda que no solo toca, sino que predica.

Actitud, sudor y el nuevo himno de la resistencia
Pero Hellfest es mucho más que un solo mito. Dos días antes, el 19 de junio, otra banda convertía el escenario en una fiesta sin complejos: Airbourne, los herederos del legado australiano, encendieron Clisson con una descarga de rock n' roll puro, directo, sin aditivos.
Su setlist (con perlas como Ready To Rock, Back In The Game, Girls In Black y el himno Runnin' Wild) fue una sucesión de adrenalina y sudor. La gran noticia fue el estreno de Gutsy, su primera canción nueva en seis años, producida por Brian Howes y con el toque mágico de Mike Fraser (AC/DC, Metallica). Gutsy es más que una canción: es una declaración de intenciones, un "no te rindas nunca" hecho riff y estribillo.
Joel O'Keeffe, frontman incansable, lo deja claro: "Cuando la batalla parece perdida y todo arde, o luchas o caes. Get Gutsy!". Con este espíritu, Airbourne firma un directo brutal, sin respiro, que recuerda a los mejores años del hard rock australiano y que planta bandera en la cumbre del género.
Cuando el pasado y el futuro se encuentran
La edición 2025 del Hellfest será recordada como esa en la que Judas Priest celebró su leyenda con una misa colectiva de riffs eternos, mientras que Airbourne (con Gutsy como nuevo estandarte) demostraba que la sangre joven sigue corriendo en las venas del rock duro.
En un mundo que cambia a velocidad de vértigo, hay algo que no se mueve: el poder de un buen riff, el grito de un público entregado y la promesa de que, mientras exista gente dispuesta a saltar y levantar el puño, el heavy metal seguirá siendo religión.
En Hellfest, la fe no se pierde: se amplifica.

Lo mejor:
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El setlist de Judas: repaso imbatible a medio siglo de metal.
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El estreno de Gutsy por Airbourne, pura actitud y sudor.
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Un público multigeneracional viviendo el momento.
Lo peor:
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Nada. Solo las agujetas al día siguiente.
Recomendado para:
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Quien crea en los riffs como forma de vida.
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Quien sepa que el metal, cuando es auténtico, no envejece: se transforma en leyenda.
Redacción: Ethan López