La IA desafía al oído humano: Solo el 3% sabe qué es real

¿Serías capaz de distinguir una canción compuesta por una persona de otra creada íntegramente por una máquina? Según un nuevo estudio de Deezer en colaboración con Ipsos, el 97% de los oyentes no puede hacerlo. Solo un 3% identifica con claridad qué tema está generado por inteligencia artificial (IA) y cuál nace de una mente humana.
El dato llega en un momento en el que la plataforma francesa recibe unas 50.000 pistas generadas por IA cada día, ya el 34% de todas las entregas diarias. El fenómeno ha dejado de ser curiosidad tecnológica: es una parte estructural del ecosistema del streaming.
El test que dejó al público en evidencia
El estudio, publicado el 12 de noviembre, encuestó a 9.000 personas en Estados Unidos, Canadá, Brasil, Reino Unido, Francia, Países Bajos, Alemania y Japón. A los participantes se les propuso escuchar canciones sin contexto previo y tratar de adivinar si estaban hechas por humanos o por IA.
El resultado fue contundente:
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97% no logró distinguir de forma fiable entre música humana y música generada por IA.
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71% se declaró sorprendido por su incapacidad para diferenciarlas.
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52% reconoció sentirse incómodo al descubrirlo.
En otras palabras: el oído que se creía entrenado no lo estaba tanto. La supuesta "sensibilidad" para detectar lo artificial se desmorona cuando la producción está bien ejecutada.

Curiosidad sí, confianza no
La encuesta también radiografía la relación general con la IA:
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98% ha oído hablar de ella.
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72% la ha utilizado al menos una vez.
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55% siente curiosidad por sus posibilidades.
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Solo 19% la asocia con confianza.
En el terreno musical, el público vive en esa contradicción:
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46% cree que la IA puede ayudarle a descubrir nueva música.
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Pero 51% teme una avalancha de canciones genéricas y de baja calidad.
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Y 64% advierte de una posible pérdida de creatividad en la producción.
Es decir: la audiencia está abierta a la experimentación, pero no quiere que la música acabe convertida en un flujo indistinguible de productos intercambiables.
Derechos de autor: una línea roja muy clara
Donde el consenso se vuelve casi absoluto es en el terreno de los derechos de los creadores.
Según el estudio:
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65% rechaza que se utilicen obras protegidas para entrenar modelos de IA sin permiso.
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73% considera poco ético generar nuevas canciones a partir de material protegido sin aprobación explícita de los autores.
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70% cree que la música creada íntegramente por IA amenaza el sustento de músicos y compositores actuales y futuros.
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69% opina que las regalías de estas pistas deberían ser inferiores a las de la música humana.
La preocupación no es solo estética; es económica y moral. La audiencia empieza a entender que detrás de cada algoritmo hay catálogos, carreras y tiempo de estudio que podrían no estar siendo remunerados.
Transparencia radical: la apuesta de Deezer
Ante este escenario, Deezer ha movido ficha para colocarse como actor pionero en la defensa de la transparencia y los derechos.
1. Detección de música generada por IA
Desde principios de 2025, la plataforma utiliza una herramienta propia de detección capaz de identificar contenido producido por modelos como Suno o Udio. El sistema analiza "firmas únicas" en el audio y puede adaptarse a nuevas tecnologías a medida que aparezcan. La compañía incluso ha solicitado dos patentes relacionadas con estos métodos.
2. Etiquetado explícito de canciones
En junio de 2025, Deezer se convirtió en la primera plataforma de streaming en etiquetar claramente las canciones generadas por IA. El objetivo es doble:
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Responder al 80% de usuarios que exige que estas pistas estén identificadas.
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Atender al 73% que quiere saber si los algoritmos les recomiendan música de IA.
En la práctica, el oyente puede ver de un vistazo si está ante un tema humano o sintético.
3. Protección del fondo de regalías
La compañía ha decidido que las canciones creadas íntegramente por IA no entren en recomendaciones algorítmicas ni listas editoriales. Buscan evitar que este contenido diluya el dinero que se reparte entre artistas humanos.
La medida no es simbólica: aunque la música de IA supone solo el 0,5% de las reproducciones, Deezer calcula que hasta el 70% de esas escuchas son fraudulentas (bots, granjas de clics, inflado artificial). Por ello, esas reproducciones han quedado excluidas del cálculo de pagos por derechos.
Deezer también destaca su papel como única plataforma de streaming que ha firmado la declaración global sobre el entrenamiento de IA, posicionándose públicamente en defensa de un uso responsable de los catálogos.

Charts, rankings y la pregunta incómoda
Otro de los frentes abiertos es el de los charts. ¿Debe contar igual una canción generada por IA que una humana a la hora de subir puestos en las listas?
Solo el 11% de los encuestados opina que ambas deberían recibir exactamente el mismo trato. La mayoría pide reglas específicas o, al menos, una diferenciación clara. El debate ya no es técnico, sino de legitimidad: ¿qué significa ser "número uno" cuando parte de la competición la ocupan modelos capaces de producir miles de canciones en pocos segundos?
Un futuro en riesgo: hasta 4.000 millones menos para los creadores
Más allá del presente inmediato, los datos empiezan a apuntar a un impacto económico de gran calado. Un estudio de CISAC y PMP Strategy, en el que participa Deezer junto a otras entidades, estima que cerca de una cuarta parte de los ingresos de los creadores podría verse amenazada para 2028. La pérdida potencial se cifra en hasta 4.000 millones de euros.
Si nada cambia, la combinación de:
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uso masivo de obras protegidas para entrenar modelos,
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proliferación de contenido sintético barato,
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y prácticas fraudulentas en el streaming,
podría erosionar seriamente la base económica de la creación musical tal y como la conocemos.

El panorama es complejo, pero el estudio deja una idea clara: el oído humano ya no es suficiente para navegar este nuevo ecosistema. Si solo el 3% es capaz de diferenciar por percepción lo que es humano de lo que es IA, la única salida razonable es la transparencia:
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Etiquetas visibles.
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Políticas claras de uso de catálogos para entrenar modelos.
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Reglas específicas para charts y regalías.
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Herramientas que permitan a los oyentes elegir qué quieren escuchar… sabiendo qué hay detrás.
La tecnología no va a desaparecer del estudio de grabación; probablemente, al contrario. La cuestión ya no es si la IA puede crear música —sabemos que sí—, sino en qué condiciones lo hace, quién gana con ello y quién pierde.
La próxima vez que des al play en tu plataforma favorita, quizá recuerdes este dato:
hay un 97% de posibilidades de que no sepas si esa canción viene de una sala de ensayo o de un servidor. Lo que ocurra a partir de ahora dependerá, en gran parte, de cuánto exijamos como oyentes saber la diferencia.
Redacción y diseño: Izan López
