Nation of Language en madrid: Synthpop para poner palabras a lo que no sabíamos decir

28.11.2025

Para muchos fans, descubrir a Nation of Language ha sido encontrar una voz que pone en palabras emociones que llevaban años sin nombre. Su synthpop cargado de nostalgia ha cruzado fronteras de género y de generación. El pasado jueves 27 de noviembre, esa sensibilidad tomó forma en directo por primera vez en Madrid, en una Riviera abarrotada que les recibió como si llevaran toda la vida pasando por allí.

Quedaban poquísimas entradas en taquilla, apenas un respiro para los rezagados: el concierto ya había colgado el "sold out" en la web días antes. Buen síntoma para un debut que, más que presentación, se vivió como un reencuentro largamente esperado.

Ghouljaboy: caldeando la noche con riesgo y curiosidad

La velada se abrió con Ghouljaboy, encargado de preparar el terreno antes del aterrizaje del trío de Brooklyn. Lejos de limitarse a cumplir expediente, firmó un set que justificó por sí mismo la entrada: versátil, sin miedo a mezclar estilos y experimentar, moviéndose entre texturas que iban del pop sentimental al toque más oscuro y ruidoso.

Con temas como "Esculpe mi nombre", "Colina silenciosa", "Dime algo" o "Cicatriz", fue tejiendo un clima de atención real, no de mero telonero sufrido. Las canciones entraron con facilidad, y el tiempo en el escenario se hizo corto porque el directo funcionó: buena respuesta, gente tomando nota del nombre y esa sensación de "vale la pena seguirle la pista".

Más que abrir la noche, la orientó: dejó a la sala en ese punto perfecto en el que ya quieres algo más, pero todavía estás fresco para recibirlo.

"Moments In Love" y la entrada a otro tiempo

Llegó el momento de Nation of Language y La Riviera ya estaba hasta los laterales, sin huecos evidentes. Cuando sonó "Moments In Love" de Art of Noise como intro, quedó claro el mapa de coordenadas: synthpop de espíritu ochentero, melancolía electrónica y una puerta abierta a esa "gloria pretérita" del género que muchos asistentes han heredado, no vivido en tiempo real.

Formados en 2016 en Brooklyn (Nueva York, EEUU), Ian, Aidan y Alex salieron al escenario en medio de un recibimiento que rozó el fervor. No era curiosidad: era auténtica expectación por verles por fin en directo en Madrid. Desde el primer tema se notó que la conexión estaba hecha desde mucho antes de este concierto.

Su sonido, a caballo entre el synth-pop y el indie-pop, ocupó la sala de forma inmediata: líneas de bajo elásticas, sintetizadores luminosos pero nunca superficiales, y esa voz cargada de nostalgia que parece llegar desde otra década y, sin embargo, habla directamente de ahora.

Un setlist para bailar la melancolía

El repertorio fue generoso, casi dos horas de concierto en las que apenas hubo bajones de intensidad emocional.

No tardó en sonar "Sole Obsession", uno de los grandes himnos del grupo. Fue uno de los momentos más claros de comunión: la sala entera bailando y cantando cada verso, como si esa obsesión de la que habla la canción estuviera repartida a partes iguales entre escenario y público.

También hubo espacio para piezas de su trabajo más reciente, con temas como "Inept Apollo" funcionando a la perfección en directo, y un recorrido amplio por su discografía con canciones como:

  • "Automobile"

  • "The Wall and I"

  • "On Division"

  • "This Fractured Mind"

  • "Across That Fine Line"

  • "September Again"

  • "Rush & Fever"

Y muchas otras que fueron cayendo una tras otra, sin relleno evidente. Cada canción reforzaba la idea de que el grupo se mueve con soltura en un lugar muy particular: su synthpop es una compuerta hacia el pasado, pero lo que hace al atravesarla es activar memorias personales y generacionales en tiempo presente.

En la pista, la reacción era clara: había quien bailaba con los ojos cerrados, quien cantaba como si estuviera solo en su habitación y quien simplemente se quedaba quieto, mirando al escenario, dejándose atravesar por melodías que funcionan más como recuerdo que como novedad.

Dos bises, cero distancia

Lo más significativo no fue solo lo que sonó, sino cómo sonó la relación entre banda y público.

Los tres miembros —Ian, Aidan y Alex— se fueron soltando progresivamente, visiblemente cómodos, casi sorprendidos por el cariño que encontraban al otro lado. Ese clima derivó en un gesto concreto: alargaron el set mucho más de lo previsto inicialmentre.

Salieron dos veces más al escenario para bises, porque la sala no dejaba de aplaudir, gritar y pedir otra. No fue el típico bis protocolario: se sentía genuino, como si ni el grupo ni el público quisieran dar por cerrada una noche que se estaba viviendo con cierta sensación de estreno irrepetible.

El cierre llegó con "In Your Head", que funcionó como último empujón y, al mismo tiempo, como promesa. La sensación general al terminar era sencilla de resumir: esto tiene que repetirse. Más que un adiós, sonó a "hasta la próxima".

Merch, memoria y esa sensación de haber encontrado algo 

Al finalizar, un detalle importante: el público no se fue directo a la calle. Una buena parte se quedó en la zona de merchandising, donde se podían comprar camisetas, pósters y ediciones especiales del disco "Dance Called Memory" en CD y vinilo.

Ese gesto —llevarse el disco físico a casa— encaja con lo que se respiró durante todo el concierto: Nation of Language no es solo una banda para listas de reproducción. Es un lugar al que volver, una especie de refugio emocional que muchos han encontrado casi por accidente y al que ahora se agarran con fuerza.

Desde el primer al último tema, el trío selló una concordia silenciosa con el público de Madrid: ellos ofrecieron un synthpop melancólico que mira sin miedo a los ochenta; la gente respondió conectando esa estética a su propia historia vital.

Quizá por eso, al salir de La Riviera, la sensación no era solo la de haber visto un gran concierto.
Era la de haber encontrado, por fin, una voz que dice exactamente lo que uno no sabía cómo expresar.


Redacción y fotografía: Adonay García

Acreditación: Primavera Tours