Michael Jackson: La carrera de un rey que no puede bailar en la sombra

26.03.2025

En 1982, la industria musical tembló. Un joven de voz aterciopelada, pasos imposibles y mirada de supernova entregó al mundo el disco que lo cambió todo: Thriller. Su nombre ya lo anuncia como si fuera una promesa cinematográfica. Y lo fue. Michael Jackson no solo grabó un álbum, grabó un fenómeno cultural universal. Con más de 100 millones de copias vendidas, Thriller no es solo el álbum más vendido de todos los tiempos. Es, posiblemente, el más vivo.

¿Qué lo hace eterno? Tal vez la producción quirúrgica de Quincy Jones, o el genio visual que acompañó cada videoclip, o la capacidad de Jackson para convertir el miedo (Thriller), la ternura (Human Nature) o la rebeldía (Beat It) en himnos que siguen retumbando en las playlists del siglo XXI. Cada generación redescubre este disco con sus propios ojos, como si fuera nuevo. Como si nadie antes hubiera bailado con zombis.

Canción por canción: el pop como arte total

Desde el groove infeccioso de Wanna Be Startin' Somethin' hasta la sofisticación melódica de The Lady in My Life, Thriller no tiene relleno. Incluso temas como P.Y.T. o Baby Be Mine, menos versionados, anticipan el futuro. El álbum reúne colaboraciones inesperadas —como la de Paul McCartney o Eddie Van Halen— sin perder unidad.

¿La joya oculta? Human Nature. Un suspiro de nostalgia futurista que suena como si fuera grabado mañana. ¿El golpe en la mesa? Billie Jean, con esa línea de bajo que todavía retumba en los ascensores del mundo. ¿La canción más sobreanalizada de la historia? Thriller. Porque cada grito, cada órgano fantasmagórico, cada risa de Vincent Price, fue planeado con la meticulosidad de un relojero suizo.

Más que un álbum: una mitología

Thriller no fue solo música. Fue una revolución racial, cuando MTV se vio obligada a abrirle espacio a un artista negro. Fue un cambio en la lógica del videoclip, del marketing y de la forma de consumir música. Fue también el nacimiento del "artista total": alguien que baila, compone, actúa y dirige su imagen con la obsesión de un arquitecto.

Y sí, fue el inicio del culto. De ahí que su caída también haya sido tan aparatosa, porque quien fue un dios pop, cayó como hombre. Y eso duele más.

La sombra que no se puede ignorar

La conversación sobre Michael Jackson no puede quedarse en el vinilo. En 2019, Leaving Neverland agitó el avispero. James Safechuck y Wade Robson contaron sus historias, tan espeluznantes como precisas. Hoy, un nuevo documental, Surviving Michael Jackson, da continuidad a su denuncia.

Dicen que hubo abusos. Que hubo manipulación. Que hubo complicidad por omisión. Y, sobre todo, que hubo silencio. La justicia aún no ha cerrado la puerta: el juicio será en noviembre de 2026. Pero para muchos, el proceso es ya moral, no legal. ¿Qué hacemos con la carrera de alguien que pudo haber hecho tanto daño, incluso mientras cambiaba el mundo?

Entre la herencia y el trauma

Hoy, Jackson sigue generando millones: musicales en Broadway, acuerdos discográficos, biopics. Pero las voces del pasado reclaman un espacio. La sombra de Neverland no se disipa tan fácilmente, y las preguntas no son cómodas: ¿Quién lo sabía? ¿Por qué no se hizo nada? ¿Qué lugar tiene la verdad en el recuerdo colectivo?

Para Safechuck y Robson, el trauma sigue vivo. Y para muchos fans, también el desconcierto. Porque separar al artista de la persona no siempre es posible para algunos. A veces, están los entrelazan como el bajo de Billie Jean y el taconeo imposible de su Moonwalk.

¿Y ahora qué?

En The Groove Club, nos lo preguntamos: ¿qué artista podría hoy crear un disco como Thriller? Ninguno. No porque no haya talento, sino porque Thriller no es solo un álbum: es el último milagro colectivo del pop. En la era del algoritmo y del clip de 15 segundos, su impacto es irrepetible.

Michael Jackson fue muchas cosas: estrella, genio, niño prodigio, producto, herida abierta. Su música sigue ahí, intacta e incómoda, como una obra maestra colgada en un museo en el que ahora hay carteles de advertencia.

¿Podemos amar un disco y juzgar a su creador?

Sí. Y debemos poder hacerlo.

Porque el arte, en su esencia más pura, tiene la capacidad de tocar a quienes lo escuchan, lo bailan o lo lloran, sin necesidad de avalar todo lo que ese autor haya sido o hecho. Thriller sigue siendo el disco definitivo, no porque su creador fuera perfecto, sino porque la obra en sí —con su innovación, su sonido impecable y su impacto cultural— habla un lenguaje propio.

Separar al artista de la obra no es borrar el pasado ni desoír a las víctimas. Todo lo contrario. Es reconocer que la memoria puede convivir con la música, que Beat It puede sonar en los altavoces mientras también escuchamos las voces de Safechuck y Robson. No es una contradicción: es un acto de madurez emocional y ética.

Quizás, ahora, el legado de Thriller no sea únicamente musical. Quizás su papel en nuestra cultura sea también abrir una conversación difícil pero necesaria, esa que durante años se escondió detrás del brillo del guante blanco.
Porque el arte puede seguir bailando. Pero la verdad también merece su lugar en la pista.

¿Tú qué opinas?
¿Se puede separar al artista de la obra? ¿Es Thriller el mejor disco de la historia? ¿Qué hacemos con los mitos rotos?
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Redacción: Ethan López