YUNGBLUD incendia Madrid con ‘IDOLS’: purificación, homenaje y una lección de futuro en Vistalegre

12.10.2025

Madrid se vistió de rebelde para recibir a YUNGBLUD. Entre fans quinceañeros y melómanos veteranos, Dominic Harrison demostró que entender el futuro del rock quizá exija mirar sin miedo al pasado. El Palacio Vistalegre rozó el sold out y, desde la cola que serpenteaba horas antes, ya se respiraba una mezcla de nervios, fiesta y anticipación.

Teloneros: chispa y teatro antes de la tormenta

Abrieron Weathers con un set enérgico de rock alternativo con toques electrónicos: solventes, correctos, sin terminar de prender del todo a la grada. Luego Palaye Royale arrasó con su punk teatral —"Showbiz", "Dying in a Hot Tub", "For You"—, calentando la pista y dejando el escenario a punto de ebullición.

La entrada: Black Sabbath en los altavoces y una irrupción a la yugular

Con "War Pigs" de Black Sabbath sonando de fondo y quince minutos de espera calculada, YUNGBLUD saltó a escena en chaleco de leopardo y cuero, directo a la yugular con "Hello Heaven, Hello". Luces, humo y una puesta en escena contundente sellaron el pacto: aquello no iba a ser un concierto, iba a ser una experiencia total.

El repertorio: 'IDOLS' al frente, clásicos en llamas

El set recorrió su nuevo álbum Idols y hits de todas sus etapas.

  • Gasolina: "The Funeral", "Idols Pt. I", "Lowlife" —estribillos a pleno pulmón, pogo contenido y brazos en alto.

  • Homenaje: "Changes" como ofrenda a Ozzy Osbourne —silencio reverente, nudo en la garganta, ovación larga.

  • Choque eléctrico: "Fire" y "Loner" mantuvieron la aguja en rojo.

  • Purificación final: "Ghosts" y "Zombie" mezclaron espectáculo y piel; coro masivo, sudor y sonrisas.

El frontman: contacto, riesgo y cercanía real

Harrison convirtió Vistalegre en un ring de proximidad: subió a un fan a la guitarra en "fleabag" a lo Ace Lossy (al que se le vio paseando por el recinto), caminó entre la primera fila, abrazó, saludó, lanzó guiños y besos. Si hubo algún tropiezo técnico, lo capeó con desparpajo y hambre de escenario. Al terminar, salió a la calle para saludar a los que esperaban fuera: fotos, gracias y una promesa en voz alta de volver a España cada año, promesa que lleva cumpliendo desde 2022. Horas después, dejó en redes una foto del público y un "estáis muy locos" que condensa la noche.

Sonido y producción: clásico en las formas, urgente en el pulso

Producción sin barroquismos: luces afiladas, humo bien medido, estallidos de color, show de rock en el sentido más físico. El sonido se mantuvo firme y equilibrado: voz al frente, guitarras musculosas, pegada rítmica y aire para que los coros del público respiraran.

Generaciones y legado: ¿"poser" o heredero?

Se ha dicho que YUNGBLUD es un "poser". Quizá porque su colorario estético incomoda a ciertos "trues" y porque se atreve a pisar terreno sagrado. Pero anoche, entre chavales de 15–17 y adultos curtidos, lo que se vio fue un puente: un músico que arriesga, reverencia a sus ídolos y entiende que, si el rock quiere futuro en el mainstream, debe hablar a quien viene sin abandonar a quien estuvo. Que un himno como "Changes" lacere a una generación nueva dice más del rock que de cualquier etiqueta.

Casi dos horas después, Madrid salió con la camiseta pegada y el corazón arriba. YUNGBLUD no reinventó la rueda; la hizo girar de nuevo con convicción, respeto al canon y hambre de presente. Si el rock vive de su rebeldía y de la capacidad de sumar generaciones, Vistalegre fue una prueba: el fuego sigue ahí, y anoche ardió.


Redacción: Arthur Leonardo, Ethan López